miércoles, 11 de noviembre de 2009

Diario: Nro. 38 - 01-06-09



Que no me mire, por favor, que no me mire; que siga de largo al pasar junto a mí, que me ignore como al viento de los transeúntes que lo ignoran con sus telas veloces, lentas, ásperas. Pero que no me mire, por favor, porque entonces sus párpados acapararán mis ojos en sus cuencas; sabrá que puede apropiarse de mi mirada gemela, y entonces me veré a mí misma desde abajo mirándolo hacia abajo, y su dulce tristeza reconocerá mi desamparo en cada una de sus patas, esas que lo llevan a ninguna parte como una armazón vergonzosa de su insuficiencia de carne y de caricias, tan tangible sobre mi lomo sucio, sobre su espalda debajo de mi abrigo que parece ignorarlo mientras lo azota su viento de paño de pasos apurados (¿míos, suyos?), hacia una nueva vereda donde nadie nos espera.

L.F., El perro


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