domingo, 12 de diciembre de 2010

Zapatería 3 - 2009


Cabeza cuasi rapada, voluminosa, la mujer miraba la vidriera. Se me ocurrió tontamente decir, como un chiste absurdo, que parecía una skin head, porque en verdad por su edad y por su aspecto no lo parecía.
Entró. Muy amablemente solicitó probarse unos cuantos modelos de sandalias, advirtiendo que “tengo los pies muy anchos” como para orientarnos. Realmente tenía unos pies excepcionalmente amplios, gruesos y largos, así que fui asumiendo la idea de que sería un poco complicado encontrar algún zapato que siquiera le entrase.
Ningún modelo casi le permitía avanzar el pie más allá de unos centímetros. Las ojotas con la mariposa, ni hablar, es un modelo para pies angostos. La que tiene la florcita en plateado, número cuarenta, se reservaba el derecho de admisión ante las desmesuradas plantas, mientras la mujer expresaba su satisfacción: el modelo le gustaba. “No importa, las llevo a un zapatero que me hace cualquier arreglo. Las corto acá en el medio y les pongo un cordón”. Siguió probándose y sus pies siguieron desbordando capelladas y ella continuaba sin hacerse problema. “Lo que pasa es que la quimioterapia me… “ . Al oír la palabra sentí la súbita rigidez que me imprimía mi sorpresa. Ella seguía probándose zapatos. “Quiero ponerme linda para las fiestas”. Se me llenaron los ojos de lágrimas y traté de sonreírle y disimular. Por eso la cabeza desnudaba tanta redondez. Ella hablaba del hospital donde hacía el tratamiento, se probaba uno y otro par, elegía regalos para otros; el zapato que no le entraba no le importaba porque lo haría arreglar, así que lo llevaba igual. Como un dardo me alcanzó su vitalidad, con una fuerza enorme como su humanidad.


2009