sábado, 30 de octubre de 2010

Poema 102


Tu perfume de incienso con manos que van y vienen
como las aguas que la luna estremece secretamente para desperezarse;
ese olor de tu ojos que no puede verse ni probarse aunque mis pies
rozaran los confines;
la obstinación de tu garganta, tu lengua, tus labios, tus cejas,
cuando engendran, desde la pulpa de tu frente,
una llamarada de palabras;

sólo sujeto, como una tela apenas dócil, la certeza de poseer la pregunta madre
de lo poco que sé sobre tu extraño paisaje


8-09-10