viernes, 20 de agosto de 2010

Diario: Nro. 39 - 15-07-10


Mi rostro

¿Quién puede apreciar su tosquedad, su desmesura? Una cara de esfera que se hace rígida en las curvas de los ángulos redondos de la mandíbula. La nariz potente, de burda punta roma, herencia de ambos padres que sobresalen para siempre en mi fisonomía alegremente agreste.
Mis ojos son muy ojos, marcadamente ojos, locuaces como el marrón de la tierra húmeda. Hablan sin intención, sin deseo, sin palabras, pero con una lengua de pupilas que entienden las pupilas charlatanas. Lo sé porque he saboreado diálogos mojados y silenciosos.
Luego un descanso de piel y asoma la boca. Guarda las proporciones con el resto de las partes de este semblante áspero: es femeninamente voluminosa, y sus bordes se recortan con una dureza rústica de piedra rojiza. Hay un secreto que esconden los labios robustos: cada vez que sonrío, unas curvas antojadizas como pinceladas dibujan en mi cara una máscara de mueca apenas grotesca, apenas armoniosa. No me gustan mis sonrisas; sin embargo, su aroma de pan tibio me acaricia los pómulos.
Frente pequeña sin desafíos que descansa sobre cejas tenaces y populosas, marco modesto de este cuadro con nombre que soy sin elección, sin rechazo, sin entusiasmo, sin abandono, íntima y extraña a la vez.


15/7/2010

Poema 95


¿El amor está hecho?
Y entonces, ¿dónde están sus ojos?
Cerca están sus manos, hermanas de estas manos que alguna vez ofrendaron
obcecadas danzas sin trascendencia;
y en lo alto, unos labios arqueados como lo profundo cuando brota cristalino,
salado, dulce,
idéntico al fruto espeluznante, ese residuo manifiesto
de las bóvedas que devienen ventanas desplegadas
que engendran unos ojos que atraviesan el aire.

21-4-10

Diario: Nro. 38 - 19-04-10


Medio rivotril, un risperdal de baja dosis y un fernet cargado. Nada amengua la desorientación, la sensación de estar perdida que sentía antes del cóctel. ¿Por qué este mundo a mí? ¿Por qué yo aquí? Ni una luz, ni un camino, ni una palabra sincera, ni una esperanza. Palabras, palabras, palabras. ¿Qué son? ¿Cuántos significados pueden poseer? Y se dicen sin parar, sin importar cómo ni dónde ni a quién. ¿Es acaso tan sencillo ser cálido porque sí? ¿O me equivoco y porque sí no es porque sí sino porque se obtiene algo a cambio? Eso parece siempre, y cómo creerle a nadie. Pero las ansias superan a la razón, el vacío y la falta de dulzura se incrustan en los ojos y nos muestran un oasis falso en el desierto. No le creas al vergel, no les creas a sus palmeras, ni a sus espejos de agua; sólo son la proyección de tu ansia, el espejo de tu sed, un jarabe que elaboran tus neuronas solas en su noche intracraneal.
“Qué hermosa que sos”, me dijo el chico por la calle, y su mentira me dolió por sentirme huérfana, tal vez como él, diciendo lo primero que se le ocurre a la primera mujer que le presenta la cuadra vacía. Mierda, cómo me dolió. ¿Por qué estamos tan solos? ¿Por qué decimos palabras que no tienen sentido, que no tienen contenido? ¿Por qué las ultrajamos de sus significados, las usamos, las descartamos como a prostitutas a quienes no consideramos personas sino bolsas grises de consorcio? “Te quiero-me encantás-nos vemos”. Y esperamos el beso con la boca deformada y los labios agrietados de sequía. No vas a venir, no nos vamos a ver, no sé qué querés de mí, no sé qué quisiste decirme con las palabras que usaste, no sé nada. No creo más en las palabras, porque su condición posmoderna de comodín las torna mentiras. Sí quiero creer en una mirada, en unos ojos que no pueden mentir, en los tubos invisibles que desagotan algo que realmente significa algo dentro del iris, de la pupila, y que hace que las cejas se contraigan, se alcen, dancen con la piel de los párpados, y que las comisuras expresen más que vocales y consonantes mientras las mejillas alternan entre la gordura y la flaccidez del código espontáneo, inescondible, vergonzosamente explícito y desnudo de la epidermis de un simple rostro.

19-4-10

domingo, 1 de agosto de 2010

Poema 94

¿Y si todo fuera tan extraño como
su imagen?
Un gris sin rostro volviéndose agua
una tarde creyéndose libre en el desparpajo desnudo del balcón
un insecto cargado de perseverancias
el rincón donde se secan los restos de las voces húmedas y
sus luciérnagas…
Antes de que se apague el olor de los buenos días y sus
hermosas cortinas manchadas de sombras frescas como de barro,
otra vez el silencio se abrirá, como un párpado adormecido,
en la mirada ajena que toca todas las cosas.

14-4-10