viernes, 10 de octubre de 2008
Diario: Nro. 20 - 25-09-08
No siento nada, pero el dolor siempre viene más tarde. A veces aparece justo antes del sueño, y entonces dormir forma parte de un castigo que consiste en revolotear en cerrados cielos intracraneales hasta que los músculos de las alas y el dolor forman una masa endurecida y rígida que calienta el vuelo hasta el incendio. Entonces sólo se puede descender hasta la conciencia, donde el aire está enrarecido de ecos de consonantes que perturban la frecuencia cardíaca hasta el paroxismo, y se entumece el pecho y es necesario abrirlo como músculos de labios que se alargan hasta los bronquios. Alrededor está oscuro y silencioso hasta que nadie me ve partir con los ojos cerrados hacia la pesadilla del despertar. Allí, en la mañana, el dolor es gris, es indiferencia del día detrás del vidrio, luz y sombra en partes iguales pero a mí no me da igual el futuro de esas horas lactantes: prefiero el sol porque el amarillo parece el aliento de una sonrisa suspendida en la atmósfera.
25-09-08 19:58
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