viernes, 10 de octubre de 2008

Diario: Nro. 09 - Eternos años de memoria - 14 y 15-04-08


Eternos años de memoria

El Tata esperándome en la puerta al volver del colegio un día. Papá y su cuaderno de gastos en la mesa del comedor. Mamá volviendo del hospital antes del mediodía para preparar el almuerzo. Yo estudiando en la cocina sobre el mármol caliente por el radiador prendido situado abajo. Koba cachorra jugando con su almohadón y dejándose querer por nosotros. Maiyudo y su lealtad incondicional a mamá siguiéndola por toda la casa, mamá bañándolo en el patio mientras él temblaba aterido de frío sin un ladrido de queja. Los gatos innumerables: la Misha negra, desdentada y mansa; Wendy y su blancura total y su agresión triste que respondía eternamente, ante cualquier intento de caricia, a algún lejano abandono doloroso insuperable; Bevy, Elly, Pusky y Layla, los hijos de Wendy, todos capricornianos y diferentes y hermosos, de los cuales sólo seguimos teniendo a Layla; Bijou y su destreza en tres patitas y su maullido disfónico; la Pendeja…Papá cortando parsimoniosamente la carne para alimentarlos en la mesa de la cocina, mientras los pequeños gritos agudos taladraban suavemente su urgencia. Papá leyendo el diario en la misma mesa con tres gatos durmiendo la siesta junto a su diario. Laura y papá mirando en la tele un partido de Boca. Cynthia y papá jugando a la generala. José y yo en nuestro búnker de atrás. José escuchando Kiss, Iron Maiden, Los Beatles, Eric Clapton, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, jazz, jazz, jazz. Yo estudiando y bailando y amando y escuchando Def Leppard y Emerson Lake & Palmer después de estudiar, y cortándome la piel de las manos con un cutter y sangrando por fuera y por dentro, y durmiendo con la televisión prendida cuando papá estaba internado, y durmiendo con la televisión prendida y la luz prendida cuando papá murió. Y papá entrando con su bolso cuando decidieron no operarlo y todos estábamos felices porque no se moriría mañana en una operación sino dentro de unos meses cuando el tumor hubiera crecido trastornándole la vida, el lenguaje, la diabetes, y entonces aprenderíamos que una afasia es cuando papá no pudo más decirnos Lorena, Cynthia, Laura y José, que un pico de hipoglucemia hace que papá no se mueva en la cama y parezca muerto y mamá le dé coca cola para que vuelva a pestañear, que yo saldría con el cabello enjabonado para correr a la farmacia y sólo me daría cuenta de mi aspecto al ver la cara del vendedor mirándome como si estuviera loca.
Laura llorando de angustia la noche anterior a su casamiento por iglesia porque no sabía si podría tener todo listo en el salón de la recepción y yo conmovida por mi hermana que casi nunca llora asegurándole que todos ayudaríamos y que todo saldría bien.
Laura poniéndose su vestido de novia, José ensayando con ella la entrada a la iglesia con traje y en ojotas, todos riéndonos por los nervios y la alegría. Y años atrás los cuatro charlando, cantando, tocando la guitarra en el living. Nosotras con doce, trece y catorce años espiando a la casa de enfrente para ver a los vecinos que nos aceleraban el corazón y que al darse cuenta nos llamaban “las locas de enfrente” aunque no fuéramos locas. Yo cantando sola temas de los Beatles con la guitarra junto a la chimenea. Papá tocando la guitarra solo. Yo tocando el piano sola, o con papá escuchando, o con Cynthia y Patricio escuchando, o con la ventanita que da a la calle abierta y la Misha acomodada allí…escuchando? Cómo le gustaba recostarse en el borde de esa ventana!!!!! Cuando veía que alguien de la familia se aproximaba ella emitía un maullido especial, como un recibimiento.
Y yo estudiando y tomándome descansos y bailando el “Canto de Ossanha” de Baden Powell y cantando con José y la guitarra y peleándome con José y no hablándole por un año. Y el Tata y sus alfajores escondidos en el placard, y su bufanda que él llamaba boa y que asustó a Jorge el vecino de enfrente la primera vez que vino a casa. Y Rulo que limpiaba la casa y jugaba con Koba y siempre sonreía a pesar de su historia de madre golpeada. Y mi habitación, mi castillo con el calendario azteca en la pared, el placard junto a la cajonera, el televisor, la biblioteca que ocupaba toda la pared, mi ropa recién lavada colgada en perchas a lo largo del último estante, mi estufa, mi computadora, mi descanso maravilloso con mi cabeza hacia el norte y la ventana con la persiana apenas entornada para que la luz del sol pudiera despertarme todos los días. Nunca pude volver a dormir así.
Las reuniones de amigos, truco, generala, pictionary a veces hasta las 8 de la mañana en la cocina, y papá levantándose porque mamá estaba haciendo guardias y abriendo la puerta mientras decía “bueno, vamos yendo…” para que se fueran nuestros amigos. La película porno que vimos a escondidas de él, los únicos cigarrillos que fumé en mi vida, Laura fumando!!!!!! El día que vinieron los chicos de la iglesia de Laura y estaba Adrián antes de su aneurisma y alguien abrió una botella y la tapa saltó haciendo la marca en el techo que todavía está y nosotros pensando qué dirá mamá. Y reíamos.
Y Laura embarazada con una panza enorme y Cynthia embarazada con una panza menuda. Y Ceci y Cami y Lucas. Cami sentadita en la cuna en la otrora pieza de Laura y mía y luego sólo de Laura, con sus ojitos abiertos cuando yo abría la puerta los sábados a la mañana esperando verla pararse y estirar los brazos para que la levantara.
Mi depresión con tanto sueño y llanto sin parar y sin entender bien por qué, pero insoportable, devastadoramente temerosa. Una declaración de amor para mí en la pieza de José. José deprimido, abandonado, llorando desesperado como nunca vi a nadie y queriendo morir, mientras leía párrafos de la biblia convencido de que dios solucionaría todo y pasaba los días acostado con los brazos cruzados sobre el pecho como un muerto. Germán que conoció a Ana Laura en mi cumpleaños. S y yo, R y yo, D y yo. El día que llegué caminando desde el centro con R y en la puerta del garage supe que sentía algo por él. Yo haciéndole escuchar a D el tema The Champ de Robben Ford a las 3 ó 5 de la mañana en la puerta de casa con la calle vacía. El primer beso de D en la puerta de casa. El primer beso de alguien en mi habitación. El primer abrazo de alguien que creo no me quería en mi habitación. La indescriptible felicidad del amor en mi cuerpo la única y verdadera y breve y efímera primera vez.
Yo llegando a casa y Cynthia abriendo la puerta y llorando con la cara de tristeza y ambas olvidando que no nos hablábamos mientras me dice no sé que le pasa a papá y yo corriendo al dormitorio y todos mirándolo parados y quietos y yo acercándome e intentando reanimarlo y escuchando el último aire que le hice espirar cuando presioné con mis manos su esternón pero ya no respiraba y entonces miré a mamá que me decía no, dejálo. Y Cynthia y yo reconciliándonos abrazadas y llorando ante el cuerpo de papá. La mano muerta tibia y laxa de papá en la mía, mientras Cynthia yacía acurrucada a su lado. El desfile de conocidos, yo pensando cómo haría para dormir ahora que todo había terminado. La camilla con el cuerpo consumido y pequeño cubierto con una sábana saliendo para siempre por el comedor. Y luego los domingos y mi ritual de mirar por la ventana a las tres de la tarde y revivir todo lo que pasó para no olvidarlo.
Ceci apoyada en la mesa del comedor para cambiarla y a mí pareciéndome tan chiquita como una ratita. Cami y yo cantando en el living. Las paltas en montones, las hojas innumerables en otoño, la rosa china, las tortugas, la terraza, la mecedora, papá y mamá y las reuniones con la guitarra y las empanadas de mamá chorreando jugo. Papá mirando la tele a la tarde y tomando su té. Papá pidiéndome disculpas en el living después de una discusión y una semana de silencio mío. Papá ya enfermo nombrándome sus setenta y cinco novias. Papá asomándose en su dormitorio cuando me escuchaba volver de la facultad de medicina. Papá y su risa contagiosa.
Las puertas, los cambios, los techos, el portón del garage, Laura contándome que dejaría Arquitectura, Cynthia diciéndome que ella iba a recibirse de abogada para demostrarle a mamá que podía lograrlo, yo diciéndole a mamá en la cocina que dejaría la carrera de matemática para trabajar más y ahorrar y escuchándola decirme que sería una mediocre y yo diciéndole que ella era una infeliz y ella llorando.
Las tres hermanas la última vez que dormimos juntas y cantamos como cuando éramos chicas.
Risas nuevas el domingo pasado y también el anterior, el Lichibingo con amigos jugando al dominó que acá no se consigue, mamá y su nueva casa, Laura y su nueva casa, José y su nueva casa.
Y me acuerdo de cuando entré por primera vez a esta casa y lo grande y hermosa que me pareció. La miro ahora extrañándola, como si me doliera abandonar los recuerdos que cuelgan de sus paredes, como si abandonara algo que en realidad tengo en mi cabeza en el lugar de los recuerdos. Como esa frase de la película La otra mujer de Woody Allen: “y me pregunto si un recuerdo es algo que uno tiene o algo que uno perdió”. Un recuerdo denomina una vivencia, una cara, un lugar, es el nombre de algo, un recuerdo existe, y si puedo recordar algo y mientras pueda recordarlo, es algo que tengo; entonces tengo un recuerdo. La única manera de perder un recuerdo es olvidándolo, entonces ya no es un recuerdo, ya no lo tengo. Pero como somos seres materiales, con un cuerpo, nos aferramos a la manifestación física de esos recuerdos, a su corporalidad, aunque sepamos que el espíritu de las cosas es como el nuestro y está más allá de la piel y la carne y las paredes grises y el ventanal del frente. Sin embargo ahora sólo puedo sentir que la abandono, que la traiciono, que no quiero dejarla ir, que me dolerá a mí el silencio que la habite violentamente. Ahora solamente puedo mirarla y llorar.



1 comentario:

Loren dijo...

Este año se vendió la casa en la que mi familia y yo pasamos la mayor parte de nuestras vidas. Esta es mi evocación, mi forma de no olvidarla, mi recuerdo vivo.