jueves, 25 de diciembre de 2008
Diario: Nro. 26 - 05-11-08 - Impotencia
Explosión enojo asfixia impaciencia. Cartucho de impresora sin tinta, no puede ser ¿cómo puede ser? ¿cómo se atreve a hacerme esto ahora? Con lo que me costó tomar la determinación y encontrar las fuerzas para salir de mi inmovilidad de piernas y brazos, tan contrastante con mi vértigo de cabeza que se parece tanto a una pecera que se va llenando de agua conmigo adentro sintiendo la presión como una membrana, como una serpiente que me tragó y ahora me comprime dentro de su peristalsis. Pienso tanto tanto tanto que no puedo actuar, soy como mi propio robot a control remoto “paráte nena paráte sabés lo que tenés que hacer no lo postergues más, paráte y enchufá la máquina y la impresora e imprimí todo lo tuyo y andá a hacer lo que tenés que hacer”. ¿Por qué me cuesta tanto? Trato de imaginarme que soy otra, porque tal vez así me resulte más fácil y más natural hacer algo que para otros sería fácil y natural. Y entonces hago todo, imagino que soy otra, les digo a mis piernas que se bajen de la silla y se estiren y me lleven al escritorio como si no estuviera yo ahí dentro de mí sino siendo mi testigo, y abro el escritorio y enchufo no sé cómo la computadora y la impresora y conecto la impresora a la máquina y me digo ahora sí, ahora ya estoy acá y ya lo estoy haciendo, ves? Y entonces aparece el aviso de que el cartucho no tiene tinta y yo tengo ganas de vomitar porque no puede ser, cómo hago yo de nuevo para “reiniciarme” jajaja, patética, sí, como una máquina… Porque nadie sabe lo difícil que es ser a veces como una máquina y su usuario, letargo y acción, pasivo y activo, apatía y voluntad, pero simultáneamente. ¿Y qué hago? Tengo que seguir y no puedo sentir mis músculos pero tengo que seguir. Qué problema, ir a comprar un maldito cartucho de impresora. ¿Ése es tu problema? ¿De eso está hecho tu sufrimiento? Qué imbécil, por dios, eso no es un problema y si lo es tiene solución: ir y comprarlo. Pero de dónde saco las fuerzas ahora que siento unas manos de náuseas en mis cartílagos. Y no sé cómo salgo y camino como una autómata y entro y pregunto cuánto cuesta el cartucho y es carísimo carísimo y no tengo la plata ahora y salgo sintiéndome vencida, porque cuántas veces puedo pararme sobre estos pies en un mismo día… Y otra vez la paciencia, y el tiempo con su trapo mojado de agua fría sobre mi frente, el único que entiende todo mi desgaste y mi esfuerzo y me dice que tendré que hacer todo otra vez cuando tenga el dinero: decirme “paráte nena” y pararme y salir y caminar y entrar al negocio y decir quiero el cartucho y comprarlo y volver a casa y colocarlo en la impresora y conectar la impresora a la computadora y enchufar ambos aparatos para poder finalmente imprimir. Imprimir, abrir, mostrar, sacar de la máquina, materializar, darle entidad, peso de papel, hacer realidad. Nadie puede hacerlo por mí. Y tampoco se sentiría lo mismo.
5-11-08