domingo, 23 de enero de 2011

Diario: Nro. 44 - 24-12-10


Celebración

Familia y turrón. Y vitel thoné, matambre de mamá, piononos y panes dulces también de mamá, porque si no qué otros podrían ser tan ricos. 4 chicos, seis padres, mamá y yo, y las diferencias religiosas que no interfieren con un amor siempre verde, como el plástico que envuelve, desflecado, las ramas de alambre del arbolito.
Yo no creo en la navidad, ni en dios. Creo en el amor, en la energía vital que llevamos adentro y que nos hace pertenecer a este universo asombroso, a este mundo bellísimo que nos resiste, generosa y tozudamente, las agresiones y tanta indolencia. Somos parte de la vida, somos hermanos del cielo y de las flores, somos el olor de la tierra y el color de los bosques. El sol somos. Y el oxígeno que nos penetra la tráquea hasta ese otro árbol, el de los bronquios. Y la rica sangre que nos baña las células de pensar, de tocar, de sentir, de ser. Esa es nuestra inmensidad, el océano que nos moja las orillas anatómicas, los recodos donde se funden las neuronas y el espíritu, y nos hace seres que se entrelazan con otros seres más allá de las manos y los ojos. Esa es mi celebración.